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Día de la Independencia: Contraataque – La reseña

Es difícil esperar dos décadas por una secuela que en realidad no tiene razón de ser. ¿Vale la pena salvar a la humanidad otra vez?

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Cuando la primera película de Día de la Independencia llegó a los teatros hace 20 años logró influenciar a toda una generación, convencerlos de una amenaza que parecía lejana pero que en la gran pantalla cobró vida de manera majestuosa, aún con los modestos recursos de la época donde los deslumbrantes efectos visuales apenas se encontraban en una joven etapa.

De todas formas, se convirtió en todo un icono de los noventa y catapultó a su director Roland Emmerich como el especialista en las cintas del sub-género ‘desastre’, o cine de catástrofes. Godzilla, The Day After Tomorrow, 2012, todas desarrolladas bajo el mismo esquema y concepto de cataclismo global, siempre guardando un guiño a la que arrancó con la tendencia, Día de la Independencia.

Emmerich tuvo que esperar mucho tiempo para poder ejecutar sus ideas sobre una secuela a la entonces exitosa invasión extraterrestre. Gracias a eso es que justamente el calendario se vuelve a alinear y 20 años después recibimos Día de la Independencia: Contraataque, cumpliendo la visión del poco pretencioso argumentalmente director alemán, y saturando nuestras cabezas con colosales efectos generados por computador.

No se le puede negar el cariño a la primera entrega, a las enormes naves extraterrestres destruyendo ciudades con sus rayos azulados, las batallas aéreas con un joven Will Smith como piloto, y el fino humor de Jeff Goldblum ante temas realmente preocupantes. Sin olvidar al presidente más joven y audaz en la historia de Estados Unidos, viscosos extraterrestres con forma de vida similar a la de una colmena, y momentos jocosos en medio de tanto caos. Fue genial, algo ridícula con el virus informático como arma definitiva, pero genial.

Sin embargo, no se puede decir lo mismo de Día de la Independencia: Contraataque, en especial porque muchas cosas han cambiado en las mismas dos décadas transcurridas en la historia del filme. Aquel es un mundo que ha sabido aprovechar los desechos de la batalla del ’96, por lo tanto, se puede apreciar tecnología híbrida y vehículos que desafían la gravedad sin mucho problema, además de acelerar los viajes espaciales como por ejemplo de la Tierra a la Luna.

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La humanidad vive un periodo de paz sin conflictos internacionales, unidos bajo un solo estandarte y decididos en reforzar la defensa espacial ante futuras amenazas extraterrestres. Por eso mismo ahora dispone de un arma gigante posicionada en nuestro satélite natural y una flotilla de naves militares tecnológicamente avanzadas. Definitivamente no es la Tierra como la conocíamos, y eso en parte es el inicio de un festival llamado incredulidad.

Sí, estamos hablando de una película de ciencia ficción y suena bastante incoherente pensar en credibilidad. Pero es que justamente eso fue lo que logró generar Día de la Independencia, aunque tan solo utilizara modelos a escala en muchos segmentos, efectos especiales prácticos. Ese sentido de amenaza es el que brilla por su ausencia en Contraataque, y sin esto no hay compromiso con la historia que se nos ofrece, lo que da como resultado una bostezadora experiencia, con pocas interesantes innovaciones y sobresaturada con los clichés de la industria.

Se podrían justificar las faltas con el notable incremento de presupuesto en el área digital, pero aun así es redundante. En lugar de naves del tamaño de una ciudad, ahora tenemos una descomunal nave del tamaño del Océano Atlántico, cuya fuerza gravitacional es tan poderosa que arranca populares rascacielos y monumentos del planeta a su paso (además de vehículos y personas), con excepción de la reconstruida Casa Blanca porque… Estados Unidos, ya saben.

Visualmente hay demasiado por digerir y eso mismo hace que el espectador se pierda en ese mar de CGI, junto a una historia con innecesarios brincos argumentales que sufre por intentar contar algo relevante. Teóricamente la catástrofe y el número de víctimas se multiplica por mucho con respecto a la anterior invasión, pero como se afirma al comienzo de esta reseña, nunca sentimos la amenaza al mismo nivel, irónicamente.

En dicho punto deberían ser los personajes quienes se encargasen de llevar la trama sobre sus hombros, pero el desarrollo de estos es tan pobre tratando de equilibrarse entre los actores retornantes y los jóvenes talentos, que poco queda para recordar o que sea memorable por el lado de los humanos. Porque por el lado extraterrestre, cierta reina logra salvar la imagen de un ejército frecuentemente torpe. Si quieres lograr algo que sea de tu agrado, hazlo tú mismo, diría ella.

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Entre los retornantes encontramos al expresidente Thomas J. Whitmore (Bill Pullman), con un claro síndrome de estrés post-traumático y afección neuronal debido a su cercano contacto con los alienígenas, y cuyo emotivo discurso intenta ser emulado durante la película sin éxito patriótico alguno. El ahora director del programa espacial de las Naciones Unidas, David Levinson (Jeff Goldblum), está de vuelta como el enlace más fuerte entre el pasado y el presente, de quien surgen algunos de los apuntes cómicos pero que no es suficiente para salvar la película, o el planeta. Incluso su padre Julius (Judd Hirsch) reaparece y es completamente irrelevante.

La ausencia de Will Smith deja relegado al difunto Capitán Steve Hiller a un cameo de fotografías, mientras que su hijastro Dylan (Jesse Usher) es uno de los nuevos pilotos de combate, junto con el huérfano Jake Morrison (Liam Hemsworth) y Patricia Whitmore (Maika Monroe), hija del expresidente. El Dr. Brakish Okun (Brent Spiner) regresa de un coma profundo y es pieza clave en descubrir la nueva arma definitiva, relacionada con un símbolo universal que se parece al de ‘Power’.

Hay tal abundancia de personajes antiguos y nuevos que no queda tiempo para ajustarle la agenda a todos, incluso desperdiciando actores como William Fichtner (Armageddon), Charlotte Gainsbourg (Nymphomaniac), y hasta una modelo china llamada Angelababy. Deobia Oparei (Game of Thrones) hace un aporte interesante como un insurgente africano que ha peleado cuerpo a cuerpo contra los extraterrestres de tentáculos, ganando una conexión neuronal alienígena como la del expresidente y el científico loco, una sub-trama perdida entre la convulsionada trama principal.

Y si hablamos de sub-tramas, nada como la que brota al final de la película, totalmente anticlimática.

Día de la Independencia: Contraataque no se molesta en disimular su tributo (¿?) al pasado, pero falla intentando replicar muchos de los momentos memorables de su antecesora. La ambición por contar una historia más grande lleva la cinta a escala estratosférica, literalmente, pero todos los efectos generados por computador no son suficientes para brindar la misma emoción de la primera vez. Tal vez el cine ha cambiado o se ha desgastado la misma historia una y otra vez desde aquel entonces, pero por alguna razón la infalible ‘fórmula desastre’ de Emmerich ya no funciona. Para destacar a la reina extraterrestre, pero como dice el personaje de Goldblum en una escena, este planeta ya no aguanta una invasión más.

*SPOILER: También se salva un perro, pero alegra más saber que el Labrador Retriever de la primera parte (Boomer), seguía vivo en el mundo real, por lo menos hasta el pasado mes de diciembre.

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