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Kingsman: El Círculo Dorado – La reseña

La esperada secuela de Kingsman: El servicio secreto está por fin en cines. ¿Está a la altura de su genial predecesora?

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En esta época donde las películas de James Bond decidieron abandonar una gran parte de los elementos que las hacían especiales con el objetivo de ser más “serias” y violentas, es muy agradable contar con otros filmes que recogieron las banderas del icónico espía. Los exagerados gadgets, la acción estilizada, la actitud presumida pero humorística y los supervillanos capaces de poner a todo un planeta en jaque. Películas como Spy, The Man from UNCLE y Atomic Blonde, pero sobre todo Kingsman: El Servicio Secreto.

En 2014, Kingsman nos tomó por sorpresa con personajes muy carismáticos, deslumbrantes secuencias de acción, una buena historia y la capacidad de parodiar/homenajear al mismo tiempo al agente 007. De inmediato se convirtió en un éxito y el público no podía esperar más que su secuela.

Ahora, tres años después, tenemos dicha secuela en los cines y observamos con decepción que no está a la altura de su predecesora en ningún aspecto.

Ha pasado un año desde que Eggsy (Taron Egerton) salvara el mundo de los planes de Richmond Valentine y se ha convertido oficialmente en un agente de Kingsman. Pero el mundo se encuentra en peligro otra vez. “El Círculo Dorado”, una organización secreta que controla el tráfico de drogas a nivel global, prepara un plan siniestro y para ello se deshace de los agentes de Kingsman. Eggsy y Merlín (Mark Strong) son los únicos sobrevivientes y deben buscar la ayuda de su contraparte estadounidense, los “Statesman”, para enfrentar esta nueva amenaza.

Esta historia funciona bastante bien en términos generales. Es una aventura que lleva a nuestro héroe por varias partes del mundo para deleitarnos con buenas escenas de acción y comedia que van desde una incómoda pero graciosa cena con los reyes de Suecia, hasta un emocionante escape en las montañas de Italia. El problema es que eso es todo. La primera Kingsman no era solo risas y disparos, era una emotiva relación entre un aprendiz y su mentor, una transformación de chico de la calle en héroe y una crítica al clasismo británico. No hay nada de eso en esta ocasión más allá de una muy problemática mirada a la guerra contra las drogas.

El objetivo de la villana es la legalización de las drogas para convertirse en una empresaria legítima con un plan que pone en riesgo la vida de millones de personas que hayan consumido sus productos. La forma en que el filme enfoca a los consumidores, al tratamiento que da el gobierno estadounidense al problema y la “moralización” sobre aquellos que consumen recreativamente, es bastante contradictoria. Tomando en cuenta que el anterior villano buscaba detener el calentamiento global, uno se pregunta si esta película tiene una agenda respecto a ciertas causas liberales.

Los dos elementos más importantes de esta secuela son la presencia de los Statesman y el regreso de Harry (Colin Firth) y ninguno de los dos está bien manejado. La unión de Eggsy con los agentes americanos no presenta ninguna dinámica interesante, ningún choque cultural, ninguna discusión tipo, “así es como hacemos las cosas en Estados Unidos”. Bien hubieran podido ser otros agentes británicos pero vestidos como vaqueros. En realidad Statesman es solo un agente, Whiskey (Pedro Pascal) ya que los personajes de Jeff Bridges, Channing Tatum y Halle Berry tienen apariciones tan cortas y poco relevantes que más parecen cameos. La presentación de Statesman parece solo una excusa para crear un spin-off sobre ellos en el futuro, pues no son algo que sirva de nada al desarrollo.

El regreso de Harry tampoco aporta mucho más que huecos en la trama. De hecho esto es algo que solo ocurre porque su personaje fue increíblemente popular y el estudio temía hacer una secuela sin él. Esto le quita fuerza a uno de los momentos más dramáticos de la cinta anterior y ralentiza muchísimo la historia principal de la secuela. Por si fuera poco, el estado en que vuelve es tan lamentable que no se siente como el mismo personaje que nos enamoró hace unos años. Al menos esto nos permite por fin verlo en acción junto a Eggsy en una FANTÁSTICA escena al final.

Y hablando de Eggsy… Eggsy está bien. Egerton tiene mucho carisma y hace que sigamos queriendo al personaje, pero carece de un arco argumental sólido y los dramas que sufre (la pérdida de sus compañeros, la discusión con su novia, el regreso de un Harry “diferente”) carecen de cohesión con la trama y no tienen fuerza por sí mismos. El otro personaje digno de resaltar es Poppy Adams, la supervillana que interpreta Julianne Moore con una mezcla perfecta y algo caricaturesca de encanto, humor y maldad. Es alguien que serviría tan bien como villana de Bond como del Batman de Adam West. ¡Incluso su guarida secreta es una villa al estilo de los años cincuenta construida en unas ruinas en la selva de Camboya!

Que bueno que contamos con ella ya que el resto de personajes femeninos dan algo de pena. Ginger Ale (Halle Berry), la princesa Tilde (Hanna Alstrom) y Clara (Poppy Delevingne) solo sirven para presentar exposición sobre la trama, ser damiselas en apuros o el objeto de una escena sexual bastante gratuita. Entre menos les hable de Roxy (Sophie Cookson), mejor. Lo que hace esta entrega con la anterior compañera de aventura de Eggsy es vergonzoso.

Por todo lo mencionado anteriormente, es claro que Kingsman: El Círculo Dorado tiene muchos problemas de ritmo y ejecución. Brinda muchas secuencias entretenidas, pero entre ellas varias subtramas de relleno que no terminan de encajar entre sí, lo que hace que la película se sienta larga, aunque no lo suficiente como para aburrir.

Kingsman: El Círculo Dorado no es una mala película pero tampoco es digna de su genial predecesora. Tiene que mantener en equilibrio demasiadas tramas, elementos y personajes como para poder prestarles la atención que requieren, por lo que la mayoría de ellos se sienten innecesarios. Afortunadamente posee escenas de acción excelentes y un par de personajes con suficiente carisma como para sostener sobre sus hombros todo el resto del conjunto, haciendo de aquel una experiencia suficientemente entretenida.

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