La piratería y los videojuegos, una relación antigua

La piratería es un tema sensible a la hora de hablar sobre la industria de los videojuegos y, en general, sobre cualquier industria del entretenimiento. Desde que recuerdo, piratear un juego era normal, hemos pasado de los CD quemados en computador, por la avanzada producción en San Andresito en DVD-R a la ahora exclusiva descarga por torrent para los juegos de PC; sin embargo, el tiempo ha dictado un cambio en el sentido de que ahora no es precisamente el método más popular para obtener juegos en consolas y en PC a veces “brilla” por su ineficacia.

Constantemente las compañías buscan (por obvias razones) que adquiramos sus productos, de hecho, es lo “mínimo” que podemos hacer a la hora de adquirir una consola si queremos apoyar a la industria, por lo que los métodos antipirateo vienen desde mucho antes de los actuales (e hilarantes) usados por Ubisoft o Electronic Arts, como la pixelación constante de la pantalla de Sims 4 que termina cubriendo completamente el área de juego o la distorsión de los escenarios de Far Cry 4 para hacerlo injugable.

La historia de los métodos antipiratería se remonta tiempo atrás, hay grandes ejemplos como el usado por Konami en Metal Gear Solid cuando debemos contactar a Meryl, para ello debemos buscar la frecuencia del códec al respaldo de la caja del juego original, algo que, de hecho, no era una estrategia nueva para asegurar que los jugadores adquirieran copias legales de los títulos distribuidos en ese entonces. Claro está, hay otros métodos más radicales, como el usado por los videojuegos que usaban el Lenslok, un dispositivo adicional a los juegos de los 80 que consistía en descifrar un código mediante un lente de plástico puesto en la pantalla, este código debía ser introducido en el juego y así este podrá ser operado.

Tengo presente que la piratería ha sido una práctica común a la hora de adquirir juegos, tanto así que en Colombia (y obviamente en otras partes del mundo) existe un mercado organizado para suplir esta demanda, lo que en un momento de nuestra vida (digamos unos 6 u 8 años atrás) facilitaba adquirir los productos que limitadamente llegaban a ciertos territorios; de hecho, esto se convirtió en una de las principales razones por las que adquiría videojuegos de forma pirata, aunque cabe resaltar que también está el factor del desconocimiento de una industria y el poco poder adquisitivo que tenía en esa época.

Pese a los intentos de la industria por detenerla, la piratería cumplió con la función primordial de llegar a las audiencias que no podían acceder a los productos de las grandes compañías que conocemos hoy en día; además, le dio un panorama y un lugar especifico a la industria en los mercados locales (que aún se encuentran en crecimiento), aquí cabe resaltar el ejemplo de la PlayStation 2 y la Xbox 360 que se beneficiaron de este mercado informal, incluso haciendo de la primera la consola más vendida hasta el momento con uno de los catálogos más extensos a la fecha.

Sin embargo, actualmente piratear un título para consolas es improbable, aunque constantemente se ha hecho esfuerzo por lograrlo. De hecho la PlayStation 3 pudo ser hackeada con un «éxito» muy relativo, pues más allá de lograr un impacto «valioso» como en las pasadas consolas, lo que logró fue mantener un margen mínimo de interés en quienes decidían alterar su consola; después de todo, las constantes actualizaciones de Sony hacían cada vez mas difícil alterar la consola; además con la PlayStation 3 los juegos piratas dejaron de ser sinónimo de juegos baratos, pues resultaba más costosa la copia digital a las consolas desde un Blu-Ray original que conseguir un título de segunda mano.

Aunque este es el panorama en las consolas, algunos podrían llegar a creer que los usuarios de PC tendrían la facilidad de acceder a los títulos gratuitamente; sin embargo, tal como fue mencionado antes, las herramientas de las que disponen los desarrolladores permiten una forma más eficiente a la hora de impedir que un título sea jugado de manera ilegal. Algunos métodos serán sutiles como un mensaje (a lo Skullgirls) y otros serán brutalmente inmisericordes con quien los juega, como Earthbound o Serious Sam 3, pero más que trabajar en estos métodos antipiratería, los desarrolladores entienden un aspecto importante: motivar al usuario a adquirir el producto original.

A estas alturas juzgar la piratería (término que cada vez que se lee suena fatal y dramático) es algo hipócrita, después de todo ¿quién no ha descargado el capítulo de una serie por torrent? A lo que me quería referir al hablar sobre este fenómeno, más allá de las formas en las que una compañía impide que usuarios descarguen sus productos, las razones detrás de esto y sobre el cliché dramático de la forma en que esto impacta en el mercado, es el valor que se le otorga a aquello a lo que accedemos «informalmente».

Años atrás comencé mi «colección» de juegos con la Playstation 2, pero en su mayoría era una colección conformada por DVDs sin carátula y marcados con marcador. Nuevamente, esto era una practica común y accesible, por lo que la cantidad de títulos a tener era inmenso (recuerdo tener más de 150) y aunque conocí grandes títulos y sagas, solo fue hasta que obtuve la Playstation 3 que encontré un valor significativo en comprar un juego. Es extraño, pero déjenme continuar.

Tener a la mano una cantidad «ilimitada» de títulos de seguro nos permite jugar diferentes aventuras y seguramente entre ellos encontraremos títulos favoritos; sin embargo, creo que la forma en la que se consumen estos juegos es diferente ya que la posibilidad de tener un catálogo tan grande afecta nuestra percepción sobre el valor que pueda tener un título en específico. En esencia, la cantidad opaca la calidad (aunque la calidad del catálogo actual es dudosa) y no nos permite desarrollar un filtro para identificar lo que verdaderamente nos gusta debido a la facilidad que nos ofrece descargar o copiar cualquier juego en un CD.

Puede sonar ridículo, pero sin lugar a duda hay una conexión diferente cuando se adquiere un videojuego original y cuando nos hacemos con una copia de la copia, hay un sentido de propiedad diferente a la hora de entender el objeto como algo que no solo ha costado, sino que también nos genera una satisfacción distinta al identificar ese elemento como propio y que, por ende, será aprovechado de una forma diferente. Es una visión muy romántica sobre un objeto, pero pese a todo es una extensión del pasatiempo que tenemos. Eso sí, cabe resaltar que hay una diferencia entre apoyar a la industria pensando cuidadosamente lo que vamos a adquirir teniendo en cuenta los estándares mínimos de calidad y a consumir compulsivamente cualquier producto del mercado sin exigir un mínimo de calidad en respuesta, como el ya popular caso de Ubisoft y Assassin’s Creed Unity.

Pese a todo, es difícil también encontrar un punto medio en la opinión respecto al comprar original versus descargar sin parecer el detractor de una de estas, así como también es difícil determinar la motivación detrás del «prefiero descargar que comprar» que puede pasar desde la convicción y la negligencia hasta incluso la excusa de que «no nos dimos cuenta». Sin embargo, lo seguro es que es un fenómeno que ha estado presente en la industria de los videojuegos desde sus primeros años y ha logrado sobrevivir, por lo que podríamos asumir que es algo que no va a cambiar, sea en la PC o en las consolas. Pese a esto, de todas formas es evidente que se logra a un costo.

Como muchos de los problemas de la industria actual, la solución no es tan simple, aunque puede deducirse gracias al sentido común; hay quienes esperan que los lanzamientos sean más baratos, pero no creo que sea cuestión de dinero y la accesibilidad en este momento no es una excusa. El mayor problema es la motivación y la comunicación que hay entre desarrolladores, distribuidoras y el jugador, la que frecuentemente se ve fragmentada y que por ende termina afectando la calidad y la recepción de sus productos; no es cuestión de acatar cada capricho del jugador, sino de entenderlos y respetarlos estableciendo estándares de calidad con los que se sienta identificado y que lo motiven a adquirir productos originales.