A pesar de que su publicación original finalizó hace más de diez años, Death Note continúa siendo una de las obras más icónicas de Weekly Shōnen Jump y la industria del ‘manganime’. Basta con ver lo popular que fue la película de Netflix —no por ser una buena adaptación, cabe señalar—, además de la reciente aparición de Light Yagami y Ryuk en Jump Force.
Sin embargo, los fanáticos tuvieron que esperar casi 14 años para que Tsugumi Ohba y Takeshi Obata —guionista e ilustrador del ‘manga’ original, respectivamente— continuaran la historia original con el ‘spin-off’ de 88 páginas Death Note: Special One-Shot.
Esta historia se ambienta años después de la muerte de Light Yagami. Las autoridades no solo conocen la identidad de Kira, sino su medio para asesinar: la Death Note. El mundo ahora es un lugar muy diferente al de hace una década: los gobiernos vigilan a sus ciudadanos por medio de sus dispositivos. Los métodos de Light simplemente no serían aplicables en el mundo de hoy en día y Minoru Tanaka, el último usuario de la Death Note de Ryuk, lo sabe.
A pesar de su inteligencia, Minoru no es un alumno destacado. Aun así, logra proponer una peculiar «solución» al aburrimiento de Ryuk: vender la Death Note al mejor postor. Es una lástima que ese sea nada más ni menos que el actual presidente de los Estados Unidos.
Temeroso de que otra potencia se haga con un arma tan poderosa, Donald Trump decide hacerse con la Death Note. Sin embargo, tendrá que pagar con algo más que dinero.