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007 SPECTRE – La Reseña

La era de Daniel Craig como James Bond se funde en una tetralogía.

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Este ha sido un buen año para las agencias de espionaje ultra secretas, con ejemplos destacados como Mission: Impossible – Rogue Nation o Kingsman: The Secret Service. Cada una logró manifestar su propio estilo y diferenciarse del precursor en el género que aún se mantiene con vida, presentando en esta ocasión su película número 24 y el que quizás sea el cierre definitivo de Daniel Craig como el sexto James Bond.

Cuando Casino Royale se estrenó ya hace nueve años de la mano de Martin Campbell (mismo de la genial GoldenEye), fuimos testigos de una propuesta diferente en cuanto a la forma de narrar las historias del 007. Apartándose todo lo posible de su precursor Pierce Brosnan, Craig hizo gala de un Bond más oscuro que en verdad hacía uso de su recién obtenida licencia para matar. El humor se mantenía en dosis muy leves, pero el tono frío y calculador era lo que definía a este nuevo James.

Fue una perfecta reinvención del personaje. Su secuela Quantum of Solace de por sí no tendría los mismos resultados, pero por suerte el director Sam Mendes (American Beauty) supo volver a encaminar la saga cuando presentó Skyfall, una historia de redención que trajo de vuelta las habilidades y fortalezas de Bond para cerrar con broche de oro su relación con M (Judi Dench). Que aquella M fuese la misma jefe del Bond de Brosnan y el reboot de Craig, fue un vacío argumental que no se pudo justificar muy bien y que hace parte de los misterios del MI6 junto a los diferentes actores que se han puesto los lustrados zapatos del 007.

Pero lo cierto es que las últimas tres películas habían cerrado una trágica historia donde todo lo que amaba James, no siempre de una forma sexual, inevitablemente moría. El final de Skyfall daba a entender que nuevamente con todo el equipo en su lugar, tanto un nuevo M (Ralph Fiennes), como Moneypenny (Naomi Harris) y Q (Ben Whishaw), la siguiente historia de Bond volvería a ser una independiente apelando a la escasa continuidad clásica.

Pero no es el caso. Con el regreso de Sam Mendes en la dirección, su afirmación de no dirigir otra cinta del agente 007 y la posibilidad que Daniel Craig tampoco vuelva a protagonizar (esto aún sin confirmar), recibimos Spectre como la verdadera conclusión de lo que podría llamarse una tetralogía de James Bond.

El programa ‘00’ se encuentra bajo amenaza de ser disuelto por el gobierno británico, a su vez con el objeto de reemplazar a los agentes encubiertos por drones con el fin de tener a todos los ciudadanos bajo constante y efectiva vigilancia. Nuevamente vemos como el tema favorito de Terminator y la más reciente Mr. Robot hace presencia en una cinta de alto presupuesto como Spectre, anunciando los peligros de la tecnología en las manos equivocadas, pero evitando a toda costa explicar los beneficios en seguridad que sería de aplicarse correctamente.

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En este aspecto se logran ver muchos puntos en común con Kingsman, que en cambio tomaba las cosas con un humor más negro y violento, pero que básicamente exponía la misma preocupación.

James por su parte se encuentra en unas supuestas vacaciones en Ciudad de México en plena celebración del Día de Muertos, haciendo sentir más cercana a la película por aquello de la reciente festividad. El atuendo con el que se introduce recuerda en cierta forma a Baron Samedi de Live and Let Die, solo uno de varios guiños a las eras clásicas de Roger Moore y Sean Connery. Es una escena introductoria interesante y con la satisfacción que siempre dejan los aparentes planos secuencia.

Pronto Bond descubre que unos oscuros tentáculos de poder no solo podrían envolver lo que conoce del MI6 sino el mundo entero, bajo la fachada de una misteriosa organización terrorista que trabaja en las sombras. Esta revelación lo lleva a recorrer una maratón global pasando por Londres, Roma, Austria y Tangier (Marruecos), al mejor estilo de sus predecesores y con una fotografía envidiable, digna del espía imbatible.

Y es que el legado clásico es algo que se tiene muy en cuenta en Spectre, como si la cinta quisiera aplicarle algo de esa fórmula al 007 de Craig prácticamente a la fuerza. Durante una escena en Roma podemos ver en acción el asiento eyectable que se luciera en Goldfinger. Una pelea en tren hace recordar a From Russia With Love, y así mismo están presentes todos esos detalles que se hicieron populares desde Dr. No, como los martinis, preferiblemente sucios pero agitados, no revueltos.

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Es agradable también cómo la presentación inicial opta por el tema original de Monty Norman y John Barry apelando a la historia, a diferencia de Skyfall que en este aspecto fue más directa. Claro está que el tema principal de Spectre compuesto por Sam Smith no es el más indicado para la secuencia de apertura, perfectamente animada con siluetas sugestivas y tentáculos de gigantes cefalópodos.

[Lea también ‘James Bond y las canciones que merecemos’]

Si hablamos de tentáculos hablamos de la organización antagónica Spectre, y con ello debemos referirnos a Mr. Hinx (Dave Bautista), quien exceptuando su emblemática entrada hace un papel de musculoso villano de turno no muy trascendental. El retirado luchador libre, al que vimos también como Drax en Guardians of the Galaxy, hace lo que mejor sabe hacer sin esforzarse mucho: golpear y no hablar. Que alcance el nivel de reconocimiento de otros como Oddjob o Jaws es poco probable.

Pero también tenemos al doblemente ganador del Óscar, Christoph Waltz, de quien solo se puede esperar las mejores interpretaciones como villano principal, poniendo a Inglourious Basterds como la mejor muestra de ello. No es un secreto que una película de Bond es tan buena como sus villanos, y en este aspecto el personaje de Franz Oberhauser se siente escrito a medias. Por excelente que sea, un actor depende de cuan bien redactado sea su papel para generar credibilidad en el público, si alguna de las dos partes falla el resultado puede ser débil.

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La introducción del legendario Oberhauser es sombría, misteriosa y lo suficientemente amenazadora, pero es el desarrollo posterior del personaje lo que no justifica del todo sus acciones. El giro sorpresa que se suponía desde el anuncio de Spectre abre un camino de enormes peligros para el 007, pero nunca los sentimos materializados. Vale anotar que el arco final guarda cierto parecido con el de Mission: Impossible – Rogue Nation.

Es genial cómo los aliados de James en el MI6 dejan sus papeles estáticos, trabajando en equipo y desplegando sus propias habilidades en el campo, incluyendo al propio M.

Por el lado de las chicas Bond solo podemos celebrar el “cameo” de la siempre bella Monica Bellucci -la chica Bond con más edad debutando en una película de la saga (si no contamos a M en Skyfall, jeje)- y una más activa participación de Léa Seydoux como Madeleine Swann. La francesa Léa cumple su papel a la perfección con el poco tiempo que se le da, aunque los escritores no hayan resistido aplicar un poco de damisela en desastre al coctel.

Porque siempre vale más un James feliz que dos tristezas pasadas.

Es interesante cómo Spectre logra abordar temas de Casino Royale, Quantum of Solace y Skyfall, con el fin de darle cierre (¿o continuidad?) al círculo alrededor de la vida del moderno James Bond. Aunque la exposición amenazante por el lado antagónico no sea tan fuerte como uno esperaría, los guiños hacia las eras pasadas de la franquicia permiten dotar a la cinta de una fórmula reconocible y familiar. Constantemente la película le pregunta al espectador si vale la pena seguir con el 007 en un mundo tan distinto y vulnerable como el actual, y lo que ella misma responde es que siempre necesitaremos a Bond para hacer el típico trabajo que solo él sabe hacer.

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