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65: Al borde de la extinción – Reseña

Cretacic World.

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La ciencia ficción nos permite explorar situaciones y escenarios imposibles. Imaginen por ejemplo una visita extraterrestre a la Tierra hace 65 millones de años, cuando los dinosaurios todavía rondaban su superficie. Intrigante, ¿no? Pues esa es exactamente la idea de la película 65: Al borde de la extinción y en esta reseña vamos a descubrir si la aprovecha al máximo o si solo es una excusa para tener a Adam Driver disparándole a unos lagartos gigantes.

Pensándolo bien, ver al actor que interpretó a Kylo Ren luchando contra un T-Rex no suena nada mal.

Buscando ganar dinero para poder pagar un tratamiento para la enfermedad de su hija, un piloto llamado Mills acepta un trabajo de dos años transportando pasajeros a otro planeta. Tras un accidente, su nave choca en un planeta desconocido y solo sobreviven él y una niña. Este lugar no solo está habitado por dinosaurios que quieren cazarlos, sino que enfrentan un peligro aún mayor.

65: Al borde de la extinción es una aventura bastante tradicional. Tenemos dos personajes que deben sobrevivir a los peligros de una Tierra que no conocen. El centro de su trama no son los dinosaurios, sino la forma en que el protagonista se convierte en protector de la pequeña y como esta se se vuelve poco a poco una hija subrogada. En ese sentido, la película no pudo llegar en mejor momento porque esta es la misma dinámica de Joel y Ellie en la popular serie de HBO The Last of Us, basada en el videojuego de Naughty Dog.

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Pero Koa, la niña de la película, agrega una complicación a esta relación: no habla el mismo idioma que su protector. Ese es un elemento interesante que podía servir bastante bien al drama, pero la historia lo desaprovecha. A pesar de dejar claro desde un comienzo que no puede entender lo que dice, Mills insiste en hablarle de todos modos y en muy pocas ocasiones hace un esfuerzo en tratar de hacerle entender de otros medios.

A la mayoría del público probablemente no le interesa eso y seguramente asistieron a cine para ver los dinosaurios. Estos resultan bastante interesantes porque no tienen los diseños a los que estamos acostumbrados. No nos referimos a que sean científicamente correctos —seguimos con ganas de ver a las bestias emplumadas que en realidad eran— sino a que tienen proporciones diferentes que a veces los hacen irreconocibles. Tenemos pteranodontes de rostro plano y tiranosaurios que pueden correr a cuatro patas. Hay otros que no podríamos describir nombrando a ninguno de los dinosaurios que conocemos.

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Los efectos especiales son decentes y la película usa bastante bien los escenarios reales en combinación con aquellos creados con pantalla verde. Pero como dijimos, el enfoque de 65: Al borde de la extinción no está realmente en los dinosaurios y eso hace que haya muchas escenas en que no están en pantalla. Esta no es una superproducción de cientos de millones de dólares y se nota en sus ambiciones más limitadas.

Cuando los dinosaurios sí aparecen, nos ofrecen secuencias llenas de tensión y acción. No son especialmente novedosas, pero sí muy entretenidas. Le sirven a Adam Driver para demostrar que puede ser un héroe de acción más que competente y eso es bueno, porque en el resto del filme parece actuando en piloto automático. Este señor nos demostró en películas como Historia de un matrimonio y hasta en las mismas Star Wars que es un gran actor dramático. Pero Mills es un personaje sumamente estoico. No deja que su rostro muestre sus verdaderas emociones, ni siquiera en los momentos que más lo ameritan. Eso lo vuelve algo aburrido.

En contraste tenemos a Ariana Greenblatt, la niña que interpreta a Koa. Esta joven casi no habla y cuando lo hace no podemos entenderla, pero hace una fantástica interpretación física. Nos recordó a una pequeña Hailee Steinfeld, tanto por su rostro como por su talento. 

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Lo que menos nos gustó de 65: Al borde de la extinción no fue la aburrida interpretación de Driver ni su genérico desarrollo , sino su falta de imaginación. Los protagonistas son seres de otro planeta que existieron hace millones de años, pero su apariencia es la de humanos comunes y corrientes. Sus atuendos, armas, naves y tecnología no son demasiado diferentes a la que hemos visto en otras películas de ciencia ficción desde hace décadas. Una trama como esta, tan ‘pulp’, se prestaba a la perfección para diseños increíbles que dieran la impresión de pertenecer a otro mundo. Pero son más de lo mismo. No queremos decir que luzcan mal, es solo que desaprovechan completamente su potencial.

65: Al borde de la extinción tiene algunos momentos de buen suspenso y tensión —nada raro viniendo de Scott Beck y Bryan Woods, responsables del guion de Un lugar en silencio— pero no hace nada especial. Es perfecta para pasar una tarde entretenida, pero probablemente nos olvidemos rápidamente de ella.

Al menos es mejor que cualquier película de la decepcionante trilogía Jurassic World.


65: Al borde de la extinción
3/5 Nota
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