Películas post-apocalípticas tenemos por docenas. Es comprensible. En el último par de décadas ha aumentado mucho la ansiedad social a causa de problemas como el calentamiento global, la sobrepoblación y el agotamiento de los recursos naturales. Estas preocupaciones se traducen en historias sobre zombis invadiendo el mundo, virus que acaban con la humanidad y armas que lo destruyen todo.
La mayoría de estas películas, series y videojuegos comparten una ambientación triste y opresiva. Sin embargo, hay algunas que tienen una visión diferente del fin del mundo. Se “rebelan” contra lo establecido y aprovechan el apocalipsis con gracia y color. Algunos ejemplos son Zombieland, Mi novio es un zombi y la nueva película de Netflix: Amor y Monstruos (Love and Monsters).
En este filme no tenemos zombis ni virus asesinos. El fin del mundo llegó por culpa de un asteroide cuyos materiales químicos convirtieron a los animales de sangre fría en enormes monstruos asesinos que acabaron con casi toda la población mundial. Nuestro protagonista es Joel (Dylan O’Brien, de El corredor del laberinto), que abandonó a su novia Aimee (Jessica Henwick, de Iron Fist y Game of Thrones) el día de la catástrofe. Tras siete años viviendo en un bunker subterráneo y habiendo localizado a su amada gracias a una radio, decide arriesgarse a recorrer la superficie para volver a estar con ella.
A diferencia de la mayoría de protagonistas de películas post-apocalípticas, Joel no es un rudo superviviente. De hecho, suele paralizarse de miedo al enfrentar a los monstruos. Pero tampoco es el típico ‘nerd flacuchento’ al que nos tienen acostumbrados. Él es un joven común y corriente con mucho sentido del humor. Resulta fácil sentir cariño y simpatía hacia él. Sus experiencias a lo largo del camino no lo convierten en un poderoso asesino de monstruos. Simplemente lo vuelven una persona capaz de escuchar a los demás, aprender de ellos y descubrir cómo vivir en un nuevo mundo.
Amor y Monstruos es, en esencia, una ‘road movie’. A lo largo del viaje en busca de su amada, Joel conoce una buena variedad de personajes que van desde supervivientes experimentados hasta perros y robots. De hecho, el personaje canino se roba el show. A todos nos gustan los perros en las películas, pero el buen ‘Boy’ es uno de los más adorables que hemos visto recientemente. La relación que se forma entre él y el protagonista se siente genuina. Está llena de momentos entrañables y otros que rompen el corazón.

Por supuesto, el viaje también está lleno de monstruos. A diferencia de otras películas de terror, fantasía y ciencia ficción que llegan a Netflix —en las que se nota el reducido presupuesto para efectos especiales— Amor y Monstruos se luce en este apartado. Los diseños de las criaturas son muy creativos y se reconoce fácilmente el animal en que están basadas. Los gráficos creados por computador (CGI) son de una calidad inusualmente alta y merecen la nominación que recibieron a los Premios Óscar de este año. Se nota que era un filme pensado para ser estrenado en la pantalla grande. Es una lástima que no podamos disfrutarlo de esa manera.
Pero el verdadero triunfo de esta película es la forma en que combina el horror, la comedia y la emotividad. La torpeza del protagonista para enfrentar los peligros del mundo es una obvia causa de risas, pero las amenazas que se ciernen sobre él se sienten reales y dan pie a momentos realmente tensionantes en los que tememos por su bienestar y el de su perro. El equilibrio entre ambos tonos es ejemplar y muy pocas historias logran hacerlo bien. Otro buen ejemplo de esto es nuestra querida Shaun of the Dead.
En historias como esta no suele faltar el mensaje de que “los humanos son peores que los monstruos”. Esta temática, tan novedosa en los primeros filmes de zombis, ahora es un cliché aburrido. Aunque en Amor y Monstruos también encontramos los infaltables villanos, el foco está totalmente puesto en la forma en que nos ayudamos los unos a los otros a salir adelante. Los personajes no tienen ningún problema en compartir consejos y recursos que puedan servir a otros para sobrevivir. Esta es una visión bastante bienvenida, sobre todo ahora que estamos tan acostumbrados a un cinismo que nos insiste que, ante la adversidad, cada uno está por su cuenta.

Por supuesto, esta película no está exenta de defectos. Como en toda ‘road movie’, muchos personajes tienen un tiempo limitado de aparición en pantalla. Aunque la película trata de presentarlos como más que simples estereotipos, no siempre lo logra. También hay algunos elementos que no encajan bien en la trama. Un buen ejemplo de esto son los robots Mav1s, que le dan un elemento de ciencia ficción a una película en la que no hay mucho espacio para ello. A lo mejor había un trasfondo mayor al respecto que se quedó en el piso de la sala de edición o en una versión preliminar del guion.
Ya hemos visto a algunos espectadores comenzando a pedir una secuela en redes sociales. Creemos que la historia que cuenta Amor y Monstruos en Netflix es bastante satisfactoria y no necesitamos saber qué pasa en el futuro con Joel y Aimee. Sin embargo, sí nos gustaría ver más de este mundo lleno de extraños monstruos. Tal vez en una película con diferentes protagonistas que nos den otra visión de los sucesos o nos muestre otra parte del planeta. Eso sí, Boy tiene que regresar. Ese perro es la verdadera estrella.
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