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Duna – Reseña

Lawrence de Arrakis.

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Durante muchas décadas, Hollywood insistió que “Duna era ‘infilmable’” o que al menos era imposible convertirla en una buena película. La popular novela de Frank Herbert, publicada en 1965, es una de las piedras angulares de la ciencia ficción moderna y su influencia se nota en muchas de las obras que la siguieron: desde Star Wars hasta Avatar de James Cameron.

Han habido intentos de llevarla a la pantalla, como la bizarra película de David Lynch en 1984 y la miniserie de Syfy de comienzos de siglo, pero ninguna había logrado capturar lo que hace tan especial a la novela. 

¿Esta película de Denis Villeneuve logra cambiar el destino cinematográfico de Duna? Vamos a descubrirlo.

Arrakis es uno de los planetas más importantes para El Imperio. Este mundo desértico es la única fuente conocida de Especia, la sustancia que permite el viaje intergaláctico. Pero las tareas de minería no son sencillas debido a los peligrosos y enormes gusanos de arena que habitan el lugar y las tribus de Fremen, humanos nativos que tratan de sabotear constantemente el trabajo de los invasores.

La Especia convierte a Arrakis en la pieza central de un ajedrez político entre el Imperio y las grandes casas nobles. Cuando la Casa Atreides se convierte en la nueva administradora del planeta, comienza un juego de conspiraciones, traiciones y antiguas profecías, que ponen al joven Paul Atreides en el centro de una historia que cambiará el rumbo del universo.

¿Por qué es tan difícil llevar Duna al cine?

Reducida a su más básica estructura, Duna puede parecer una historia bastante tradicional. Tenemos a un ‘elegido’ que sigue el viaje del héroe de forma tan directa que haría sentir orgulloso a Joseph Campbell. Usa sin vergüenza algunos de los peores clichés del ‘salvador blanco’ y no esconde que la Especia de Arrakis es una metáfora de la explotación de petróleo en Medio Oriente por parte del neocolonialismo occidental.

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Lo que hace especial a esta colección de arquetipos es el trasfondo que los rodea. El universo de Duna es increíblemente detallado en su mitología, política, sociedad y tecnología. Una de las principales razones por las que el libro era considerado “infilmable” era por la cantidad de información que requiere el lector para entender cómo funciona este mundo y todos los nuevos nombres propios que debe aprender. En teoría, más de la mitad de una película fiel a la novela serían diálogos explicativos.

La otra razón es que buena parte del desarrollo de la novela se enfoca en viajes psicodélicos por visiones del futuro que no necesariamente se harán realidad y complican bastante la narrativa.

El filme de 1984 es infame por una introducción de casi dos minutos en la que la Princesa Irulan debe exponer los conceptos básicos del universo. La nueva Duna también tiene una introducción narrada por una mujer que nos pone en situación sobre el estado de Arrakis. Pero resulta más dinámica y visualmente interesante. La mitología se va revelando poco a poco, en cantidades manejables. Hay conceptos y relaciones que no explica directamente, pues confía en la habilidad de los espectadores para entender qué están viendo.

Pero el ritmo de la película se ve inevitablemente afectado por la naturaleza de la novela. De todos modos hay largas secuencias de exposición pura y dura, pero logra mantener el interés gracias a la intriga que ha creado y a las sublimes imágenes que pone en la pantalla grande.

Una obra de arte audiovisual

Duna es una película bellísima. Todo un banquete para ojos y oídos. Los grandes paisajes, impresionantes naves y el vestuario parecen sacados de portadas de novelas ‘pulp’ de ciencia ficción de los años cincuenta y sesenta. La majestuosidad creada por sus imágenes —en combinación con su impactante aspecto sonoro, que usa cantos de garganta para crear un efecto tan alienígena y abrumador como llamativo—, debe ser apreciada en el mejor teatro posible.

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Sabemos que es una solicitud poco apropiada para estos tiempos pandémicos, pero la verdad es que, si están interesados en ver Duna, no van a disfrutarla igual en un televisor o teléfono celular. Todo su aspecto audiovisual está pensado para una sala de cine.

Denis Villeneuve es un director especialmente talentoso para crear emociones a través de secuencias evocadoras, a veces con poco o nulo diálogo. No importa lo familiar que nos pueda resultar la trama de Duna, la forma en que la cuenta —con una invasión que emerge de la ‘boca’ de una nave monstruosa, mostrando un macabro ritual de los guerreros del Emperador y con largas tomas de un desierto infinito— hacen que la mayoría de defectos en la narrativa de esta película queden ocultos.

La mayoría, pero no todos.

Personajes arquetípicos

Aunque conocemos el enorme talento actoral de Timothée Chalamet gracias a películas como Llámame por tu nombre y Mujercitas, no había forma de hacer interesante al protagonista. Todos los focos de Duna están sobre Paul Atreides. Pero él no es más que un arquetipo que se deja llevar de un lado a otro por las circunstancias. No demuestra agencia alguna sobre sí mismo.

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Este problema afecta también a varios personajes secundarios. Muchos de ellos tienen características muy llamativas que, por problemas de tiempo, no son explorados como se debe. Los únicos personajes bien trabajados, que cuentan con arcos interesantes, son el Duque Leto Atreides (Oscar Isaac) y Jessica (Rebecca Ferguson). Lo sentimos mucho por los fanáticos de Zendaya. A pesar de lo importante que ha sido su personaje, Chani, en la publicidad del filme, no aparece en pantalla por más de cinco minutos. Al menos podemos jugar con ella en Fortnite.

Este es solo el comienzo de Duna

Chani, igual que muchos otros elementos, parecen relleno, pero son presentados aquí por la importancia que tendrán en la secuela. Esta película cubre menos de la mitad de la historia de la novela y termina justo cuando “las cosas comienzan a ponerse interesantes”. Se siente como una historia incompleta, sin tercer acto.

Duna logra sobreponerse a todos estos problemas narrativos gracias a su gran fuerza audiovisual. No es una una simple película para disfrutar de la historia, es una obra de arte que debe ser apreciada con más sentidos. Por eso insistimos de nuevo que debe ser vista en la pantalla grande. Pero solo si pueden hacerlo sin poner su salud en riesgo.

De todos modos, ni el más grandioso espectáculo cinematográfico va a hacer que Paul Atreides deje de ser un pelmazo.

Duna
4/5 Nota
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