Las películas de la saga Saw, también conocidas en Colombia como El juego del miedo, definieron el cine de horror durante la primera década del nuevo milenio. Fueron el comienzo de una tendencia hacia la violencia extrema y un género que llegó a ser conocido popularmente como “porno-tortura” a causa de un enfoque «casi pornográfico» en las escenas de mutilaciones. Este estilo eventualmente pasó de moda con la llegada de filmes como El Conjuro y La noche del demonio. Sin embargo, los estudios han intentado traer de regreso el género de la mano de Jigsaw.
El primer intento fue en 2017 con Jigsaw: El juego continúa, la octava película de la saga. A pesar de que fue un éxito de taquilla, no recibió buenos comentarios de los críticos y los fanáticos. Eso pareció haber puesto a dormir la franquicia… hasta ahora. El universo Saw acaba de regresar con Espiral: el juego del miedo continúa.
Lo primero que llama la atención de esta película es su elenco. Chris Rock, conocido por su trabajo como comediante, nunca había participado en un filme como este y de inmediato genera curiosidad. Lo acompaña Samuel L. Jackson, a quien nos encanta ver en toda clase de películas. Pero tampoco imaginamos verlo algún día en Saw.
Tristemente, el elenco es una de las muchas debilidades de este trabajo cinematográfico. Tenemos que aceptar que, por mucho que nos haya hecho reír en el pasado, Chris Rock nunca se ha destacado como un gran actor y definitivamente no tiene el rango necesario para una película de terror. Sus expresiones no encajan con la gravedad de cada momento y los terribles diálogos no lo ayudan.
Por el lado de Samuel L. Jackson, su aparición es poco más que un cameo.

Comenzamos de forma muy negativa esta reseña de Espiral: el juego del miedo continúa, pero la verdad es que esta no es una buena película. Las actuaciones no son su principal problema, sino que ni siquiera parece una película de la franquicia Saw. Los fanáticos de las trampas de Jigsaw podemos perdonar guiones y actuaciones deficientes, pero no un cambio tan brusco de tono y estilo.
Esta no es realmente una película de terror, sino un drama policial con escenas violentas. Está más cerca de Seven y El coleccionista de huesos que de los intrincados planes que Jigsaw y sus discípulos llevaron a cabo en las ocho cintas anteriores. Tal vez por eso le cambiaron el nombre. Espiral podría ser una película independiente de la franquicia, pero la convirtieron en un ‘spin-off’ de Saw y se aseguraron de que toda su publicidad estuviera hecha para llamar la atención de sus fanáticos.
Pero lo que en verdad importa son las trampas y elaborados giros en la trama. En ese sentido, esta película es un éxito a medias. Las máquinas de tortura, más interesadas en “arrancar” miembros que en cortarlos, lucen tan dolorosas e impactantes como siempre, aunque carecen de la originalidad que habíamos visto en el pasado.

Como Saw, Espiral: el juego del miedo continúa tiene un giro en la trama relacionado con la identidad del asesino: un imitador de Jigsaw que tiene la mira puesta sobre el departamento de policía para el que trabaja el protagonista. Sin embargo, la «sorpresa» no tiene la fuerza de las revelaciones anteriores por más que esté acompañada por la misma melodía icónica. Además, la identidad del «villano» resulta sorprendentemente obvia para cualquiera que ponga la más mínima atención. Este no tiene la fuerte presencia con la que Tobin Bell llenó las anteriores películas y que se sentía incluso después de que pasara la batuta a sus seguidores. Hace falta un «villano» fuerte. Hasta la voz que deja en sus grabaciones se siente débil.
¿Por qué ponemos “villano” entre comillas? Porque igual que en las anteriores películas, quieren dejar un poco de ambigüedad moral. Pretenden que consideremos al asesino como una especie de perturbador antihéroe. Algo interesante y que Espiral hace muy bien es el manejo de su temática, una crítica contra el sistema policial.
Como seguramente saben, desde hace algunos años hay un fuerte debate por la violencia policial en Estados Unidos hacia personas de raza negra y otras minorías. Aunque el tema racial no está presente directamente en esta película, no es casualidad que su protagonista sea afroamericano y el objeto del odio de todos sus compañeros. La trama muestra un departamento de policía dominado por la corrupción y la falta de control ante las faltas cometidas. El «asesino» de ocasión, cansado de esta situación, decide tomar las riendas y poner a estos criminales en situaciones que los obliguen a escarmentar o pagar con sus propias vidas.
Esto refleja un sentimiento antipolicía que no solo existe en Estados Unidos, sino también en Colombia. Aquí hemos visto un escalamiento en la violencia que la policía ejerce contra los que protestan en las calles. No es nuevo, pero ahora es más visible.

No queremos decir que queramos ver a los policías siendo torturados. Sin embargo, esta película puede ser una catarsis para quienes vivimos en un sistema que sigue protegiendo a los culpables de que muchos inocentes hayan resultado heridos o perdido la vida simplemente por participar en una marcha.
Es triste que esta temática tan provocadora se pierda en una película que resulta mediocre en todos los demás sentidos. En resumen, Espiral: el juego del miedo continúa no resalta por sus elementos visuales. Tiene una trama genérica, las actuaciones son malas, el villano carece de personalidad y las trampas —aunque tan violentas como siempre— carecen de la creatividad vista en Saw.
Todo eso resulta extraño tomando en cuenta que Darren Lynn Bousman, el director de algunas de las mejores películas de Saw, estuvo nuevamente detrás de cámaras. ¿Será que necesitamos que regrese el creador James Wan? En ese caso, que Saw haga fila porque también necesitamos que arregle la saga El Conjuro.
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