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Samurái X: El fin y El origen (Netflix) – Reseña

Tras la derrota de Makoto Shishio, Kenshin Himura tendrá que hacer frente a su pasado una vez más para ser completamente libre.

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Las películas de imagen real basadas en ‘manganime’ no son una novedad. Desde los 70, hemos visto muchas producciones que tratan de recrear la magia de estas queridas obras en la gran pantalla. Si bien hay varios directores que han tenido éxito en esta empresa, encontrar exponentes buenos es la excepción a la regla. Basta con mencionar Dragon Ball Evolution para mandar escalofríos por la espalda de los fanáticos. Las producciones japonesas tampoco es que hayan tenido un mejor récord. Basta con ver las películas de Full Metal Alchemist y Kuroshitsuji, entre otras.

Sin embargo, hay una franquicia cuyo salto a la gran pantalla se ha convertido en un ejemplo de cómo hacer adaptaciones de acción real de ‘manganime’. Dirigida y escrita por Keishi Ōtomo, la trilogía cinematográfica de Rurouni Kenshin —la obra magna de Nobuhiro Watsuki, mejor conocida como Samurái X en nuestras latitudes— ha sido alabada de forma casi unánime por sus espectaculares coreografías, diseño de escenarios, vestuario, banda sonora y evidente respeto por el material fuente.

No obstante, Ōtomo aún debía adaptar un último arco argumental.

El ‘anime’ original nunca adaptó el arco Jinchū o la saga de la venganza, que comprende desde el capítulo 152 hasta el 255 del ‘manga’. Entre 1999 y 2002, este arco fue vagamente adaptado en 6 OVA hechas por Studio Deen. Después de casi dos décadas, Rurouni Kenshin: The Final y The Beginning —localizadas como Samurái X: El fin y El origen en Colombia y demás países de Latinoamérica— buscan plasmar de forma más fiel los eventos de este arco en la gran pantalla.

Nuevamente dirigidas y escritas por Keishi Ōtomo, este par de cintas todavía brillan por las mismas razones que las anteriores tres entregas. Sin embargo, cabe señalar que Samurái X: El fin y El origen son películas que contrastan precisamente por la forma en que utilizan dichas fortalezas. Mientras que El fin supone la culminación del arco de Kenshin Himura, nuevamente interpretado por Takeru Satō, El origen muestra el inicio de susodicha transformación. Este contraste también se ve reflejado en la ambientación, las coreografías y el tipo de historia que cuenta cada filme.

Al ser una secuela directa de Samurái X: El fin de la leyenda (2014), El fin sigue ambientándose en la era Meiji. Por supuesto, Kenshin continúa siendo un pacifista y su estilo de combate no letal con su espada de filo invertido lo demuestra. Al contrario, El origen se ambienta al final del Bakumatsu. En la película, este periodo es caracterizado por los constantes choques entre el Shinsengumi —la policía de élite del shogunato Tokugawa— y los revolucionarios nacionalistas del Ishin Shishi. Esta época de violencia es la que habita un joven Kenshin, mucho más sanguinario que el de las anteriores cuatro cintas. Adicionalmente, El origen también deja ver un Japón que aún sigue siendo bastante rural. Un total contraste con las concurridas, coloridas y relativamente modernas calles de Tokio de la era Meiji que pueden verse en El final.

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A pesar de todas estas diferencias, las dos películas —que componen el mencionado arco Jinchū o la saga de la venganza— comparten un elemento temático: ambas representan los puntos más bajos en la vida de Kenshin. En las anteriores cintas, Takeru Satō presenta a la perfección la dualidad de Kenshin como un antiguo asesino en búsqueda de redención. En cambio, Samurái X: El fin y El origen permiten a Satō hacer gala de sus dotes actorales y mostrar la faceta más frágil del personaje. Lógicamente, esto implica la ausencia de los aspectos más cómicos de Kenshin. Aun así, Satō lo compensa presentando de formas muy sutiles el trauma que marca al protagonista. Muchas escenas dejan ver la crisis interna de este personaje, pero la más destacada es sin lugar a duda el catalizador de la trama en El origen.

Como siempre, los demás actores hacen un buen trabajo con sus respectivos papeles. Sin embargo, hay dos que resaltan: Mackenyu como Enishi Yukishiro y Kasumi Arimura como Tomoe Yukishiro. Al igual que Kenshin, un trauma los persigue y define. No obstante, este se manifiesta de formas diferentes. En Samurái X: El fin, Enishi es caracterizado por el contraste entre su personalidad más fría e indiferente ante el sufrimiento de otros y sus súbitos ataques de locura y su insaciable sed de venganza contra Kenshin. Dado su carácter más estoico, Tomoe resulta un personaje más sutil y difícil de leer. En contraste, eso cambia en el acto final de El origen.

Todas las fortalezas mencionadas vienen de la mano con la excelente dirección de Ōtomo. Aunque su ojo para las coreografías —inspiradas en el cine de acción de Hong Kong— es lo que generalmente lo ha vuelto objeto de halagos, no muchos suelen hablar de su habilidad para adaptar de forma concisa arcos que en el ‘manga’ oscilan entre los 50 y 100 capítulos. Por supuesto, esto implica omitir y modificar eventos de la historia original. A pesar de eso, la esencia se mantiene intacta. Esto evidencia que Ōtomo goza de un total comprendimiento de los temas de la obra de Watsuki.

Después de casi una década, Samurái X: El fin y El origen marcan el fin de la saga cinematográfica. No es que carezcan de falencias. Por ejemplo, Sawagejō Chō (Miura Ryōsuke) aparece en un par de escenas de El fin para desaparecer pocos minutos después y el ritmo en ambas películas podría ser mejor. Aun así, pocos negarán que es una adaptación más que digna de la obra de Nobuhiro Watsuki y muy consistente en lo que respecta a calidad. No menos importante, pone en evidencia que hacer buenas películas basadas en ‘manganime’ no es imposible. Si bien la historia de Kenshin Himura ha concluido, esperamos que Keishi Ōtomo se anime a llevar otras obras a la gran pantalla. Eso o que otros directores identifiquen lo que hizo bien y lo imiten.

Samurái X: El fin y El origen
4/5 Nota
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