Como ya sabemos, no todas las obras de Marvel Studios son necesariamente “películas de superhéroes”. Entre ellas podemos contar aventuras espaciales, ‘thrillers’ de espionaje y hasta acción bélica. Con ese historial y la confianza que les han dado los constantes éxitos de crítica y taquilla, no nos extraña que se hayan lanzado sin miedo a un territorio casi exclusivo del cine asiático. Crearon su propia ‘épica’ de artes marciales en Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos.
Tampoco nos extraña que hayan tenido éxito en ese propósito. Esta es una de las mejores películas recientes de artes marciales y una entrada imprescindible al canon del Universo Cinematográfico Marvel. No es perfecta y hablaremos más adelante de sus defectos, pero es un filme que tanto los fanáticos de la franquicia como los amantes de las “películas de karate” deben ver.
Shawn (Simu Liu) es un joven de ascendencia asiática con una vida bastante sencilla y tranquila en San Francisco. Trabaja como ‘valet’ de autos en un hotel con su amiga Katie (Awkwafina) y pasa las noches de rumba en salas de karaoke. Todo eso cambia cuando es atacado por extraños hombres que tratan de robarle un collar —recuerdo de su fallecida madre— y debe defenderse usando un talento para las artes marciales que mantuvo oculto durante una década.
Resulta que Shawn tiene un pasado oculto. Su padre, líder de una organización secreta conocida como los Diez Anillos, le está buscando. Ahora debe enfrentar los fantasmas que había dejado atrás para salvar el legado de su familia. Así comienza una historia que sigue el mapa básico del ‘viaje del héroe’ que tan bien conocemos, pero con desvíos muy interesantes.
Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos resalta de inmediato por sus secuencias de acción. A lo largo de las más de veinte películas del Universo Cinematográfico de Marvel hemos disfrutado con escenas muy emocionantes y memorables, pero no se parecen en nada a lo que tenemos aquí. Las coreografías de combate son increíbles y —guardando las diferencias— recuerdan el trabajo de grandes como Jackie Chan, Cynthia Rothrock, Jet Li y Scott Atkins. De hecho, cuenta con la participación de una leyenda del género: la gran Michelle Yeoh.
El director Destin Daniel Cretton aprovecha estos momentos para lucirse con elaborados movimientos de cámara y planos inusuales que resultan aún más vistosos. Además, los Diez Anillos son una de las armas más dinámicas y divertidas de ver en acción que hemos encontrado en un ‘wuxia’. Estos permiten al villano realizar ataques y movimientos más similares a lo que hemos visto en un videojuego que en otras obras del cine.
Sabemos que muchos de ustedes van a esperar que llegue a Disney+ para verla, pero deben saber que luce increíble en la pantalla grande. No lo decimos solo por las secuencias de acción, sino por el trabajo de escenografía y diseño de escenarios. Este es un filme bastante colorido, con momentos que recuerdan el trabajo de Zhang Yimou (Héroe, La casa de las dagas voladores). El desarrollo salta de los típicos escenarios urbanos a lugares fantásticos, inspirados en el pasado y mitos de China, que dejan a los espectadores con la boca abierta.
Mientras nos deslumbran con peleas y colores, tratan de esconder el principal problema de Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos: su trama se pierde en medio de su propia mitología. Es comprensible que una historia sobre el pasado, el duelo por los seres amados y conflictos familiares irreconciliables tenga una buena cantidad de ‘flashbacks’, pero abusa un poco de este recurso. Hay recuerdos dentro de recuerdos y el desarrollo del protagonista termina perdiendo importancia en medio de las revelaciones sobre su padre.
El líder de los Diez Anillos, interpretado por el gran Tony Leung, llena la pantalla con su simple presencia. Es uno de los mejores ejemplos que hay de que no es necesario grandes despliegues de lujo para demostrar poder. Las tramas de las películas de Marvel tienen su buena ración de problemas paternales, desde el mismo Iron Man hasta la reciente Black Widow. Pero esta y Guardianes de la Galaxia Vol. 2 son las únicas en las que el enfoque absoluto está sobre ello. El padre de Shang-Chi prácticamente “secuestra” este filme de manos de su hijo.
Eso no estaría necesariamente mal si no diera la impresión de que los héroes se ‘estancan’ durante más de una hora del metraje. Uno de los mejores elementos de la primera parte de Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos es la divertida relación del protagonista con su mejor amiga Katie, pero esta pierde casi toda su relevancia a mitad del filme y queda en tercer plano hasta su final. Simu Liu y Awkwafina tienen una gran química y queremos ver más de eso.
Como es usual, encontramos una saludable cantidad de cameos y referencias al resto de esta saga cinematográfica. Es una lástima que los tráileres ya hayan destripado uno de estos momentos, pero hay más, sobre todo en sus escenas de mitad y final de créditos. Estas son especialmente interesantes porque plantan las semillas y dudas sobre lo que viene a continuación en el Universo Cinematográfico de Marvel. También nos hace preguntar sobre el estado de cierto personaje muy conocido que no esperábamos ver en la manera en que aparece.
A pesar de estos vínculos con los demás filmes, Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos es una de las películas más ‘frescas’ de Marvel. Funciona a la perfección incluso ignorando el resto de la saga. Introduce elementos que no habíamos visto en las películas anteriores y nunca esperamos ver formar parte del mismo mundo. Su visión de la magia y la mitología se aleja de lo familiar. Es gracias a cosas como estas que este universo cinematográfico sigue fascinándonos a pesar de su compleja continuidad y numerosos personajes.
Durante las dos últimas décadas, el cine oriental de acción, artes marciales y fantasía ha evolucionado mucho, pero sigue siendo muy desconocido en este lado del planeta. Con suerte, Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos —a pesar de ser occidental— podría despertar un interés por esas obras similar al que lograron Bruce Lee y Jackie Chan entre los setenta y noventa. Eso nos haría muy felices.
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