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¡Nuestros discos de juego están muriendo!

Poco o nada podemos hacer para salvar millones de canciones y títulos archivados en medios ópticos. Larga vida a los cartuchos.

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Poco o nada podemos hacer para salvar millones de canciones y títulos archivados en medios ópticos. Larga vida a los cartuchos.

Foto: Stephen More

Cuando los discos compactos fueron presentados por primera vez en el mercado hace algunas décadas, la idea con la que se vendieron es que éstos eran prácticamente indestructibles. Comparados con los otros dos medios de almacenamiento de la época como vinilos y cassettes, no era un concepto difícil de asimilar. Tiempo después de dominar la industria musical, los CDs se convirtieron en un medio popular para los videojuegos también, gracias a su bajo costo y enorme capacidad de almacenamiento, a diferencia de los cartuchos y sus chips.

A mediados de los noventa Nintendo causó una verdadera polémica en la industria cuando decidió no utilizar discos compactos en su nuevo sistema Nintendo 64, tras una fallida relación con Sony para producir la tentativamente bautizada ‘Super Nintendo PlayStation’, y un arrepentimiento eterno por decisiones equivocadas al ver cómo el Philips CD-i hacía uso de propiedades sagradas como Mario y Zelda. En los juegos más herejes y de pésima calidad que haya licenciado la Gran N.

Los cartuchos de Nintendo 64 resultaban ser más costosos y con menor capacidad que los de sus dos rivales directos, Sony PlayStation y Sega Saturn, ambos con unidades de CD. Como consecuencia, muchos de los antiguos aliados de Nintendo ignoraron al N64 a favor de PlayStation. A la vista de todos y según registra la historia, una jugada perfecta; a efectos prácticos de un coleccionista retro para quien la calidad del formato de juego es lo más importante, una decisión lamentable.

En un consistente y recomendable artículo investigativo reportado por Tedium sobre la descomposición de los discos ópticos, se explica cómo la gran mayoría de CDs y otras formas de medios similares, ostentan una calidad de vida mucho más corta que lo previamente asumido. Una vez lanzados al mercado, algunas compañías productoras llegaron a asegurar que los discos poseían hasta 100 años de durabilidad, pero en años recientes algunos coleccionistas han empezado a descubrir que incluso aquellos con menos de 30 años ahora son completamente inútiles.

Para que un disco compacto llegue a tal estado de descomposición, los químicos usados en las capas protectoras deben haber corroído las mismas, lo que se descubre cuando adquieren un tono color bronce o algunas manchas claramente visibles. Otra causa puede ser la oxidación de la capa reflectiva del disco, usualmente hecha de aluminio. Esto resulta en un masivo problema no solo para coleccionistas y sus monumentales inversiones materiales, sino para todos aquellos cuyo trabajo es archivar importante información y documentos históricos en CDs y DVDs, entre los que se cuentan varias instituciones.

En el caso de los videojuegos, incluso si solo se trata de un pequeño punto, esto representa un daño irreparable. No es reversible como si fuese un simple proceso de pulir y remover rayones, pues la información archivada en los discos de juego originales se pierde para siempre. El juego ya no existe, se terminó, game over. Y con el tiempo solo se pondrá peor el disco.

Algunos podrían pensar que se trata de un problema aislado al que no vale la pena prestarle atención, como si fuese un lanzamiento de consola con algunas fallas exponenciales y en crecimiento, cual Switch. Pero la realidad es que no se trata de marcas o de cierta manufactura (aunque la calidad si es un punto diferencial), no es un hecho de alcance limitado y con tendencia al declive. No. Es una realidad.

Sega CD, Turbo CD, Sega Saturn, PlayStation, hasta Dreamcast (que gustaba llamar GD-ROM a su formato de discos, pero era un CD más), todas estas y muchas otras consolas son altamente susceptibles de sufrir la descomposición de sus discos de juego. Muchos de ellos, títulos costosos y altamente valorizados por el coleccionismo retro, habiendo sido usados o reposando sellados en su empaque de fábrica. Cualquiera puede ser una víctima.

Y cualquier persona puede comprobarlo con uno de los suyos más antiguos si tan solo le echan un vistazo o lo destapan.

Como coleccionista retro, llega a ser decepcionante la inflación que sufre el sector de los videojuegos con los precios de varios juegos antiguos. Muchos ni siquiera necesitan ser buenos juegos, sino algunos con escazas unidades publicadas, para convertirse en aquellos más buscados que el mismo santo grial. El mercado de segunda multiplica los precios originales a niveles absurdos, y que el resultado de esto sea un disco compacto cuyo juego deja de existir por corrupción química de sus capas, sería deprimente.

Lo que nos lleva de vuelta a Nintendo en la era del 64, con cartuchos costosos, pero robustos y poderosos contra el envejecimiento. Después de todo no fueron los perdedores de la generación, por lo menos en ese aspecto. Incluso podemos ir mucho más atrás, hasta tres décadas, y descubrir cómo muchos juegos de NES, Game Boy y SNES continúan funcionando sin problemas. Tal vez necesitando una limpieza (o cambio de batería para guardar la partida), pero funcionales en su totalidad.

Esta situación refuerza la necesidad de preservar los videojuegos clásicos e incluso es un argumento sólido a favor de la emulación, no que valide la piratería por ningún motivo. De no hacerlo, serán muchos los títulos extintos o cuyo código original se borre de la faz de la Tierra; aunque algunas iniciativas como la de Frank Cifaldi y la Fundación Historia del Videojuego buscan conservar el material relacionado con los videojuegos no limitado a software y hardware, como publicaciones y el código de los desarrolladores.

Por eso nunca subestimemos al formato con menor capacidad de almacenamiento. Larga vida al cartucho.

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