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Videojuegos

Cuándo los jugadores tratan de imponer su voluntad

Adquirir un videojuego no nos convierte en el jefe de sus desarrolladores.

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La semana pasada, antes del anuncio de Silver Lining tercer DLC de Marvel’s Spider-Manvarios jugadores escribieron a la cuenta de Insomniac Games en Twitter. Solicitaron que incluyeran en el juego el traje usado por Tobey Maguire en la trilogía de películas de Spider-Man dirigidas por Sam Raimi.

Insomniac Games respondió que no tenía nada para comentar al respecto.

Esto enojó a varios jugadores. De inmediato respondieron acusando a Insomniac de “no escuchar a los jugadores” y “abandonar el juego”. La respuesta de la empresa es una de las más honestas y directas que se han visto en estos casos.

“Escuchar no significa que siempre vayamos a hacer lo que la gente nos diga. Los oímos. Oír no significa que actuemos”.

El enojo se convirtió en furia y luego en amenazas. “Si no le dan a la gente lo que quiere, ¿para qué vamos a comprar otro de sus juegos?dijo un usuario. “Esto es como ir a un restaurante, hacer un pedido y que el mesero te ignore”, mencionó otro. Otro más aprovechó a decir que los demás trajes son basura.

Tristemente, esta clase de actitud es bastante común entre los gamers y en las comunidades geek en general. Los fanáticos suelen tener cierto “sentido de propiedad” hacia los juegos, películas y franquicias que disfrutan. No toleran que algún elemento dentro de estos se aleje, aunque sea un poco, de sus expectativas.

Esos elementos pueden ser bastante variados: un actor elegido para interpretar a un personaje popular, un cambio en un estilo visual, un nuevo protagonista o algo tan simple como la presencia o ausencia de un elemento decorativo.

Gamers - Voluntad - Mass Effect - Spider-Man

Esto no significa que las críticas carezcan de fundamento. Esta bien no gustar de algo y (usualmente) está bien expresarlo de un modo educado, incluso sugerir a sus creadores un cambio. En el caso de los videojuegos, es claro que debemos quejarnos si hay algún problema de funcionamiento en este, si un elemento promocionado no está presente o incluso si encontramos un elemento que pueda ser considerado ofensivo.

El problema no se encuentra en estos casos. Este existe cuando los fanáticos se aproximan a los videojuegos (o películas) solamente como productos creados para su exclusiva satisfacción. La cultura capitalista que dice que “el cliente siempre tiene la razón” ha vuelto caprichosos a muchos. Los ha convencido de que si algo no les gusta, tienen el derecho no, el deberde exigir que sea cambiado de forma que se adapte a lo que quieren. Esto desconociendo por completo el proceso de creación de la obra, si sus exigencias son posibles técnicamente, si se pueden incluir legalmente o si van contra los deseos de expresión artística de los creadores.

En búsqueda de sus objetivos, estos fanáticos se han acostumbrado a llamar mentirosos, perezosos y hasta estafadores a quienes consideran culpables de aquello que les desagradó. Si el “objetivo” resulta ser una mujer o miembro de una minoría, las cosas suelen escalar al nivel de insultos y groserías del más grueso calibre.

En el pasado, esta clase de actitudes estaban limitadas a los espacios de “cartas de los lectores” en revistas y publicaciones, pero la existencia de internet y en especial de las redes sociales—  les ha dado a esta clase de fanáticos tóxicos un acceso directo y anónimo a los desarrolladores y artistas, algo que ha causado que muchos de ellos cierren sus cuentas.

Uno de los ejemplos más importantes de esto se dio en 2012. El final de Mass Effect 3 —la esperada conclusión a una historia que los jugadores siguieron durante cinco años— no resultó ser del agrado de un sector de los fanáticos, que llevaron su frustración a internet. Los foros y redes sociales se llenaron de insultos, acoso y amenazas contra cualquiera relacionado con el desarrollo del juego (incluso aquellos que no tuvieron nada que ver con la historia). Crearon campañas de desprestigio contra los desarrolladores e inundaron los sitios de reseñas con notas negativas.

Gamers - Voluntad - Mass Effect - Spider-Man

Bioware eventualmente cedió a la presión y actualizó el juego con un final extendido.

No importa si ustedes están de acuerdo o no con que el final del juego era malo, pues la reacción de la comunidad fue exagerada e injustificable. Tampoco importa si el final extendido en realidad mejoró en algo el juego, pues el simple hecho de que el estudio accediera las demandas de los “fanáticos” cambió por siempre la relación entre desarrolladores y jugadores.

Desde entonces, los sectores más reaccionarios de la “comunidad gamer” creen que pueden elegir la dirección de cualquier proyecto desde sus cuentas de Twitter y Reddit. Saben que si gritan lo suficientemente fuerte, pueden hacer que cumplan sus caprichos.

De nuevo, esto no aplica a temas de calidad técnica, contenido dañino ni a la retroalimentación que se hace en la fase beta de un título. Los “juegos como servicio”, que reciben constantes actualizaciones de contenido y mejoras, suelen ser bastante receptivos a lo que digan sus usuarios. Pero aún en estos casos, los insultos y amenazas NO son la forma de pedir nada a los desarrolladores.

Si ustedes quieren escribir a Insomniac Games que “por favor incluyan el traje de Tobey Maguire en el juego” o al equipo de Star Wars que “no les gustó la representación de Luke Skywalker en The Last Jedi”, por favor háganlo. Pero no escriban “Ustedes son unos perezosos que no escuchan a los fanáticos” ni “las mujeres arruinaron Star Wars” y, sobre todo, no se enojen si no les hacen caso. Todo esto es cuestión de sugerir y recomendar, jamás de exigir.

No importa que tan bueno sea un juego o una película, siempre va a haber alguien insatisfecho con alguno de sus elementos. El “poder” que los jugadores y espectadores creen tener para ver sus deseos cumplidos no solo es una afrenta contra la expresión artística y los derechos de sus creadores, sino que nos siguen haciendo ver a la comunidad geek, y en especial a los gamers, como un conjunto de niños llorones.

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