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Cultura POP

[Hablando de…] Ready Player One

El libro en el que está basada la película próxima a estrenarse presenta los peores estereotipos que hay sobre la cultura geek.

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Ver el tráiler de Ready Player One, la película de Steven Spielberg que se estrena el 29 de marzo, debería ser un una experiencia trascendente para geeks como yo, que desde que tenemos memoria hemos estado sumergidos en videojuegos, cómics y cine. Ver un universo que celebra todos esos personajes y mundos que amamos debería sentirse como un triunfo, una confirmación de la importancia de la cultura del ocio y el entretenimiento… y sin embargo no es así. Veo este tráiler y me lleno de preocupaciones.

Porque Ready Player One está basada en un libro que representa algunos de los peores aspectos de la cultura geek.

Este libro, escrito por Ernest Cline y publicado originalmente en 2011, nos presenta un futuro distópico lleno de guerras, pobreza y corrupción en el que afortunadamente existe “Oasis”, un software de realidad virtual al que las personas se conectan para escapar del horrible mundo real y que es a la vez un MMO como World of Warcraft o una sociedad alternativa como Second Life.

Su creador, James Halliday, reveló al morir que en Oasis se encuentra un “huevo de pascua” escondido y quien lo encuentre heredará toda su fortuna, su empresa y control sobre Oasis, lo que causa que los usuarios y diversas corporaciones se lancen a una carrera por encontrarlo, incluyendo al protagonista: un adolescente llamado Wade Watts.

Para encontrar este tesoro se deben seguir las pistas que Halliday dejó ocultas dentro del programa y todas ellas están relacionadas de una forma u otra con el cine, la televisión y los videojuegos de los ochenta. Esto causó que el “estilo ochentero” se pusiera de nuevo de moda y que todos aquellos que deseaban heredar Oasis se obsesionaran en consumir todo el entretenimiento generado en aquella década.

La cacería del huevo de pascua lleva a sus participantes a recorrer mazmorras de Calabozos y Dragones, a recitar de memoria los diálogos de películas como Juegos de Guerra o Monthy Python y el Santo Grial, tocar un álbum completo de la banda Rush o recorrer escenarios de Blade Runner, todo ello mientras los diálogos hacen referencia a cientos de otras franquicias favoritas de la cultura geek. Como dije, es una celebración de las obsesiones nerds. El problema es que pronto queda claro que no va más allá de eso, de una celebración vacía que se basa simplemente en “reconocer”, no en entender.

Ready Player One considera que el conocimiento de estos temas es lo máximo a lo que alguien puede aspirar y que esto lo hará rico, famoso y poderoso. Esto encaja con la obsesión que tenemos los nerds hacia nuestros propios intereses, pues en cierta forma valida que conozcamos las trivias o los secretos más oscuros sobre un anime, videojuego o película. Nos dice que esto es importante, que no hemos perdido el tiempo dedicado a ello.

Esta clase de fantasías de poder pueden ser divertidas e incluso empoderadoras, pero en este caso no resiste el más mínimo análisis. Los habitantes de este mundo no se enamoran de la cultura pop porque sea interesante, tampoco por su calidad y ni siquiera por nostalgia. Lo hacen porque pueden obtener un premio por ello. Los personajes se jactan de su conocimiento de películas como Blade Runner o de anime como Gundam, pero en ningún momento se detienen a reflexionar qué hace importantes a estas obras. Toda la cultura del entretenimiento está llena de trabajos hermosos que hablan sobre el amor, el odio, la guerra, la condición humana, reflexiones sobre el estado del mundo, sobre los miedos y las esperanzas para el futuro, pero Wade y los demás no los ven como nada más que escapismo y medios para un fin.

Y hablando de escapismo: Ready Player One se desarrolla en un mundo distópico azotado por las guerras y una economía fallida, algo que la trama presenta pero luego decide ignorar casi por completo, a favor de una filosofía que dice que la sociedad no tiene arreglo y que es mejor vivir en la virtualidad de Oasis que enfrentar los problemas de la realidad, nuevamente desaprovechando el potencial que tiene la cultura pop para hablarnos del mundo, sus problemas y las lecciones para mejorarlo. Según esto, a los geeks solo les importa estar entretenidos y alejados de los problemas que puedan interferir con su disfrute personal. Los protagonistas solo toman acción contra los villanos porque ponen en riesgo su mundo de ficción, su realidad dejó de importarles. ¿De qué sirve que el protagonista se jacte de haber visto todos los episodios de todas las series de Star Trek si no aprendió su mensaje de esperanza en un futuro en el que la humanidad se ha unido para ser mejor?

La trivialización del mundo geek no es el único problema de Ready Player One. La forma de escribir de Ernest Cline es extremadamente simplista y repetitiva, lo que le ha valido que describan su libro como “Crepúsculo para chicos nerd”. Tampoco ayuda que los personajes que no son hombres blancos son aún peores;  que el interés romántico de Wade se presente como la fantasía de la chica que comparte sus gustos y que conoce sobre ellos casi tanto como él (mucho énfasis en “casi”), un trofeo que él debe conquistar mediante acciones copiadas de “películas románticas” de los ochenta que básicamente son acoso.

Los personajes asiáticos son calcados de los peores estereotipos raciales (se comportan como samurai y hablan mucho del honor), mientras que un personaje homosexual de raza negra se convierte a la vez en el punchline de un chiste y un vacío comentario sobre homofobia y racismo, que básicamente está allí para que el protagonista diga que a él “no le importa la raza ni la orientación sexual de los demás” y quede como un buen chico.

Esto ya es bastante vergonzoso, pero no para ahí. Ready Player One insiste en validar algunos de los peores estereotipos sobre los geeks, dejando claro que “no somos tan atractivos para el sexo opuesto”, insinuando que el sexo es una distracción, que probablemente grandes genios como Einstein lo evitaban y en su lugar se masturbaban en exceso y que “salir a la calle” está sobreestimado. Luego nos cuenta cómo el más grande drama de la vida de uno de los personajes es que “la única chica geek” que conocía se enamoró de otra persona. Esto es probablemente lo que más me molesta del libro, la forma como presenta a las mujeres ‘frikis’ como seres extraños y especiales cuya razón de ser es convertirse en el objeto de la obsesión de los hombres “que no han visto nada como ellas”. Ernest Cline tiene una visión bastante perturbadora sobre las mujeres.

Dan ganas de meter sus páginas dentro de un bidón de gasolina y prenderle fuego (gracias Lisbeth).

Créanme, yo entiendo. Es emocionante leer sobre la fascinación que otros tienen sobre las cosas que también nos fascinan a nosotros. Es genial leer sobre un mundo en que un Gundam y Voltron luchan apoyados por el Halcón Milenario. Reconocer que hablan de cosas que a la gente “no-geek” debe parecerles un código secreto. Esto hace que uno se sienta especial. Yo de verdad espero que la película sea excelente y que reivindique la importancia cultural que tienen todas las obras que va a referenciar, pero Ready Player One, el libro, no es más que una lista de cosas que le gustaban a su autor en su infancia y que nos quiere presentar como si el conocerlas hace a alguien mejor que los demás.

Y tal cosa solo es una ofensa contra cada una de esas obras.

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