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[Micropinión] Hasta ahora me entero de los dados roleros en Google

¿Dónde estaban hace más de 15 años?

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Gran parte de mi pre y adolescencia fue dedicada a los juegos de rol, incluso un tanto más que a los videojuegos. La posibilidad de crear mundos y personajes tan limitados como la imaginación lo permitiese, enemigos y misiones fantásticas, mientras guías a un grupo de amigos cercanos por los oscuros pasajes del rol, es realmente cautivante.

Aunque algunas veces las misiones eran creadas previamente, la gran mayoría eran improvisaciones sobre el papel. Eso es lo que forma a un ‘Master’ (extraído del término ‘Dungeon Master’ en Dungeons & Dragons) más allá de guías y manuales, la capacidad de experimentación e improvisación. La habilidad de tomar decisiones creativas en el acto según las elecciones de los jugadores, mejor dicho una especie de generación por procedimientos en cuerpo humano.

Técnicamente te conviertes en la «consola» de tus amigos, con tu cerebro como el disco duro donde se guardan horas y horas de aventuras que solo requieren humildes herramientas para cobrar vida: muchas hojas en blanco (cuaderno o tamaño carta), lápices, esferos, borrador, y claro, seis dados multicaras.

Los dados roleros son el corazón de los juegos de rol tradicionales, los de mesa. Andar con ellos fue indispensable en los últimos dos años de bachillerato (secundaria para lectores fuera de Colombia), todos querían jugar rol todo el tiempo. Sí, incluso en horas de clase, que en efecto utilizamos para tal fin. Era difícil no sentirse como Duke Devlin y no me puedo quejar por los beneficios obtenidos gracias a tan dedicada y noble labor.

Duke Devlin de Yu-Gi-Oh! en el arco ‘Dungeon Dice Monsters’.

Aparte del clásico dado de seis caras o D6, el sexteto lo complementan los dados D4 (la mayor curiosidad), D8, D10, D12 y el respetado D20.

En su tiempo también podían llegar a ser más costosos, así que no era tan fácil reemplazar un D20 como un D6, que se encontraba en cada parqués o papelería de barrio. Cargar todo el tiempo con los dados multicaras también los hacía susceptibles a pérdidas. Ni hablar cuando hacer un lance en un pupitre se convertía en toda una odisea dadas las características «semi-esféricas» del D20.

Y eso que no hablamos del dado de 100 caras, si es que se le puede llamar dado.

Por eso ahora que descubro accidentalmente la incorporación de dados roleros virtuales en el buscador de Google, me pregunto dónde estaban hace cerca de dos décadas. Es solo un decir, claro, en aquella época no habían smartphones y usar un computador de escritorio para lanzar dados no hubiese sido muy práctico. Incluso Wizards of the Coast tiene sus propios dados multicaras virtuales colgados en la red con un diseño de página muy noventero, pero el efecto de rotación en el buscador de Google es lo que le da el punto ganador.

Basta con escribir ‘roll dice’ o ‘roll die’ en Google para ver la opción de lanzar cuantos dados roleros de los seis básicos queramos. Se pueden añadir tantos como se desee e incluso sumar un modificador a los resultados. Lo interesante del asunto está cuando empiezas a tomar solo dados de 20 caras y el sistema no pone problemas o límite alguno, es surreal y un espectáculo visual.

Cada lance empieza a dar cifras superiores a mil, haciendo que un juego de rol normal comience a parecerse a un JRPG…

Entre más D20 se suman a la mezcla, se pierden sus caras y solo quedan representados como los polígonos miniaturizados que son. Los números no dejan de subir con cada lance.

Hasta que llega el momento donde ves para dónde va la cosa. 9999 es el máximo número a conseguir lanzando dados multicaras virtuales en Google, pero no porque exista una barrera invisible que frena la cifra, ya que si el lance da como resultado una cifra superior a ese número el contador se reinicia. De esta manera y de querer jugar con múltiplos de cien y algunos de mil, la única forma es quitar los dados que sean necesarios y quedar con una imagen similar a la superior.

Todo esto genera muchas ideas aplicables a los juegos de rol de lápiz y papel, para en efecto manejar contadores de salud y daños más cercanos a un videojuego. El problema es volver a jugarlos. No porque no sean en ocasiones mejores que un videojuego, sino porque la falta de tiempo y coordinación para reunir a un grupo de amigos/jugadores casados es definitivamente otro cuento.

Hace falta un espacio infinito en la nada como el de Gary Gygax.

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