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El Rey León – Reseña

La historia de Simba nos es contada de nuevo con personajes muy realistas. ¿Pero era necesario hacerlo?

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El Rey León, el clásico de 1994, es una de las películas más importantes de mi vida. No exagero. Tenía apenas 10 años, pero experimentar esa historia en la pantalla grande fue uno de los eventos que definiría mi amor hacia el medio cinematográfico. Luego la vi decenas de veces más, en una cinta de betamax, hasta prácticamente aprenderme el filme línea por línea y conocer las canciones de corazón.

Es importante decir esto porque mi experiencia con esta película tiene una influencia en mi apreciación de este ‘remake’, algo que seguramente comparte gran parte de mi generación. También es la razón por la que escribo esto en primera persona.

A nivel técnico, lo que logró el director Jon Favreau —a quien conocemos como “Happy” Hogan en el UCM— es prácticamente un milagro. El nivel de realismo de los gráficos por computadora que forman los escenarios y dan vida a los personajes de El Rey León raya en lo imposible. Es fácil ignorar que se trata de animación CGI y creer que el equipo de producción se desplazó a África y encontró los escenarios perfectos para filmar en ellos. Hay momentos en que la absurda idea de que se le enseñó a un grupo de leones a hablar y actuar no parece descabellada. Así de bien luce todo.

Es verdad: la calidad visual de esta película está a años luz de lo visto en El Libro de la Selva, la anterior película del director. Solo esto es razón suficiente para que los más interesados en los avances tecnológicos del cine la vean.

También es la razón por la que se siente como una película sin alma, carente del colorido y la magia de la versión animada que marcó mi infancia.

Basta ver el número musical Yo quisiera ya ser el rey. En la versión animada en 2D, esta canción está acompañada de animales haciendo piruetas en escenarios llenos de colores vivos. En el nuevo filme, la canción es tan pegajosa como siempre. Sin embargo, no hay bailes ni colores. Simba y Nala simplemente se esconden y juguetean con otros animales. La escena se siente triste y gris en comparación.

Esto no es algo malo, simplemente diferente. Pero es imposible no hacer esta comparación cuando otras escenas son recreaciones cuadro por cuadro de la obra original. El Rey León nos invita a compararla. Es cuestión de tiempo para que internet se llene de imágenes y videos con escenas de las dos películas, una al lado de la otra.

Lo curioso es que esas escenas absurdas y sus colores vivos son totalmente recreables con la nueva tecnología, pero decidieron no hacerlo. Quisieron hacer de esta historia algo ‘realista’ sin importarles que perdiera personalidad en el proceso.

A pesar de esto, oír de nuevo los diálogos y canciones que memoricé de niño fue todo un placer. El guión no es exactamente igual, pero hay momentos icónicos en que es una recreación palabra por palabra (al menos en la versión doblada al español latino). Lo más triste fue ver como mi canción favorita, Listos ya —la que canta Scar al presentar su malvado plan a las hienas—, fue reducida a un simple diálogo rítmico. En cambio, otras canciones son presentadas en versiones extendidas.

Ya que hablamos de Scar, debo mencionar que el cambio que sufrió este personaje no va a ser del gusto de muchos. El malvado de El Rey León original es uno de mis villanos favoritos de Disney. Aquí no solo desea el poder del trono, sino a Sarabi, la esposa de su hermano y madre de Simba. Esta es una motivación cliché que le quita mucha gracia. El haber perdido su particular esquema de colores también hace que se sienta como un simple león más. Su actuación de voz es plana y carente de emociones. Esto es triste, pues muchos críticos han alabado la interpretación que hace Chiwetel Ejiofor de este personaje en la versión en inglés.

Las demás voces están muy bien. Mientras que Timón, Pumba y Zazú tienen el tono gracioso adecuado, Mufasa inspira respeto y temor a la vez que deja sentir su amor por su hijo. El problema es que las emociones representadas en los diálogos no se ven en las expresiones faciales de los personajes. Este es el mayor problema de la película.

¿Han visto a un león reírse? ¿Llorar? Poner emociones humanas en rostros de animales rara vez luce bien. Es técnicamente posible, pero el resultado crea un efecto similar al del valle inquietante. Por eso, los creadores de esta película decidieron que los personajes debían mantener una expresión neutra durante todo el filme.

El resultado no es el mejor. Este Simba no es el mismo que vi hace 25 años. En la escena más triste y trágica del filme no pude sentir su tristeza. La voz se siente impuesta sobre el personaje, como si no le perteneciera. Lo mismo ocurre con todos los demás personajes excepto Timón, cuyo diseño le permite ser más expresivo.

Hay algunos elementos nuevos en el filme: un par de escenas que le dan a Nala algo más que hacer y una explicación de cómo el reino se arruinó tan rápido bajo el yugo de Scar. También tenemos el ‘viaje’ de un pedazo de melena de Simba hasta Rafiki que resulta ridículo por culpa del intento de hacerlo ‘realista’. El hábitat de Timón y Pumba también es hogar de muchas más especies, lo que crea la necesidad de explicaciones innecesarias sobre la dieta de insectos y el ‘círculo de la vida’.

El Rey León no es una mala película, pero es innecesaria. La historia es exactamente la misma que ya conocemos con sus virtudes y defectos, aunque su ritmo acelerado y situaciones abruptas son más notables que antes. Hay razones para verla, como apreciar su calidad técnica o la simple curiosidad, pero definitivamente NO es la mejor forma de disfrutar esta historia. Su predecesora cuenta con mucha más personalidad y los personajes resultan más carismáticos gracias a su expresividad.

Aunque no me arrepiento de haber visto este ‘remake’, jamás va a reemplazar en mi corazón y recuerdos al verdadero Rey León. 

El Rey León
2.9/5 Nota
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