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Columna de Opinión: Es esa época otra vez

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Durante las últimas semanas he sentido una vibración optimista en el aire. Un ambiente de contundencia, como si todo el mundo estuviera convencido de que algo en el país está por cambiar; la convicción de que Colombia se dirige a toda velocidad hacia un punto determinante en su historia. Ocupaciones y enfermedades me han ayudado a no prestarle atención, pero el efecto persiste: mi abuela repasa el tema hasta el desgaste, mis tías inundan mis cuentas de correo con mensajes a favor o en contra, las redes sociales rebosan actualizaciones de aprobación o desaprobación.

En las últimas semanas me he sentido más sola que nunca. Como si fuera la única en Kilómetros a la redonda que recuerda que el tercer mundo no puede dejar de serlo en cuatro u ocho años. Que Colombia es un país grande y salvaje que ha vivido demasiadas décadas en guerra como para resignarse de repente a una paz insípida.

Por eso, mientras todos hablan del país como si fuera una cosa maleable, decidí que me importa muy poco lo que ocurra el próximo treinta o treintaiuno de mayo. Apuesto a la naturaleza y asumo que sin importar qué hombre quede en el cargo, millones de ciudadanos se encargarán de que la triste historia nacional siga su curso desafortunado.

El día de las elecciones iré a mi colegio, donde registré mi cédula, más por disfrutar del placer agridulce de volver a pasar un rato entre esos corredores que por ser parte del proceso al que la buena gente de la radio insiste en llamar fiesta democrática. Decidiré en el último instante si voy a marcar una equis obediente o si voy a dibujar a Boxxy en la casilla blanca y a darle mi voto. Volveré a mi casa, encenderé algún aparato y me sentiré profundamente conmovida por los problemas de los personajes de algún videojuego.

Estoy perfectamente consciente de que es la opción fácil. Sé que a mi edad debería tener algo de responsabilidad social, un impulso gregario que me obligara a discutir con el resto de mi familia y el Internet el cómo y por qué mi candidato favorito es el que el país necesita. Quizá me desanima la certeza de que nadie va a cambiar de opinión, porque a esta altura todo el mundo defiende a sus candidatos de la misma forma como defiende su religión. O tal vez no he madurado lo suficiente.

Tal vez aún tengo la esperanza de que aparezca alguien que proponga olvidar la historia patria hasta el momento para ficcionar colectivamente una nueva, con enemigos claramente identificables y estimulantes secuencias de animación.

Si Sakaguchi pidiera la nacionalidad y se lanzara para presidente, mi voto sería para él. Así al menos la banda sonora de los noticieros estaría compuesta por Uematsu.

1 Comentario

1 Comentario

  1. es gracioso

    2 de junio del 2010 at 10:10 am

    LOL es gracioso que la columnista pensaba que fuera a ganar mockus y BAM toma tu tercer mundo alargado

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