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Fallout 76: mis primeros días en las tierras irradiadas de Appalachia

Estos pequeños diarios podrán servir a futuros jugadores que deseen sobrevivir en el mundo sin ley de Fallout 76.

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25 de octubre, 2102

Fallout 76

A pesar de que la mayoría de fuentes de alimento están irradiadas, las notas de los Respondientes me han servido para purificar agua y cocinar adecuadamente la carne de los animales mutados que ahora plagan Appalachia. Por supuesto, para cazar y defenderme me he visto obligado a crear armas. También aproveché para crear una armadura de cuero. Probó ser necesario después de múltiples encuentros con perros y topos mutados.

Durante mi estadía en Flatwoods he aprovechado para hacerme con toda clase de objetos: algunos útiles, otros no tanto. Incluso al estar sobrecargado, al punto de no poder moverme con facilidad, puedo desarmarlos para hacer cosas nuevas. Si no tengo la fortuna de encontrar una mesa de trabajo, el kit de Vault-Tec que me dieron antes de salir de la Bóveda me permite crear una en cualquier momento y lugar… siempre y cuando tenga los materiales.

Mis pasos eventualmente me llevaron al norte. Tuve mi primer contacto con los calcinados… o por lo menos ese es su nombre según los documentos. A pesar de lucir como los típicos zombis, demostraron cierto grado de inteligencia al saber cómo utilizar armas de fuego. Por fortuna, no resultaron los tiradores más hábiles.

Tras acabar con los calcinados y hacerme con sus armas de fuego, algunas de las cuales desmantelé, seguí mi camino hacia el norte.

Mi prioridad era seguir los pasos de la supervisora, pero la nueva Appalachia encontraba formas para distraerme. Si no eran las formas de vida hostil, eran pistas sobre la supervivencia de otros humanos. Y si no era ninguna de esas cosas, era la posibilidad de obtener un hogar.

Si bien «Deshuesadero de Gorge» no resultaba un nombre acogedor, este basurero estaba ubicado en un lugar perfecto. ¿Pueden culparme por haber pensado que sería un buen lugar para establecerme y comenzar de nuevo?

Mi presencia en aquel lugar llamo la atención de visitantes no muy gratos. Primero fueron los calcinados, luego llegaron los robots. Por fortuna, las armas de fuego que recolecte, varias torretas y unas cuantas barricadas permitieron hacer frente al asedio sin muchas dificultades.

Tras acabar con esas amenazas, me puse manos a la obra. Limpié el basurero de residuos y empecé a instalar extractores de recursos como madera y cemento. ¿Quién sabe? Con los suficientes materiales podría construir algo presentable. Pero bueno, no podía hacer nada con los cables eléctricos que salían disparados a todas direcciones sin lógica alguna.

Por desgracia, esto tan solo permaneció como un anhelo negado por la crueldad de un mundo regido por la ley del más fuerte.

Un grupo de tres supervivientes eventualmente llegó a mi hogar. Al principio, los saludé y en lo que supuso un ingenuo deseo idealista esperé que pronto siguieran su camino. Sin embargo, ellos llegaron para quedarse y no tuve que esperar demasiado para que empezaran a abrir fuego. La superioridad numérica de mis enemigos me obligó a huir.

En lo que se sintieron como una decena de muertes, intenté tomar de vuelta mi territorio. Por desgracia, todos mis esfuerzos terminaron siendo inútiles. Eventualmente me di cuenta que este forcejeo suponía un innecesario gasto de recursos.

¿Acaso podría volver a tomar el Deshuesadero de Gorge mientras ellos no están pendientes? Quizás, pero ahora tengo la certeza de que no vale la pena mantener un lugar a menos de que cuente con alguien que cuide mi espalda.

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