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Columna de opinión: Quiero casarme con Jake Adelstein

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Lo descubrí hace unas semanas cuando me tropecé con un artículo que escribió para Boing Boing sobre Yakuza 3, un juego que nunca terminé. Aunque si hemos de ser rigurosos el artículo no es sobre el famoso título de Sega, sino sobre la opinión que adquieren de él un grupo de veteranos de la mafia japonesa; personas que han tenido que vivir el rimbombante y peligroso estilo de vida del crimen organizado de Tokio y ver a sus amigos morir por él: verdaderos yakuza.

Los yakuza reales, por supuesto, no tenían idea de que el juego existía o de cómo diablos se utiliza un PlayStation 3, probablemente porque administrar caudales de su propio dinero y decenas de negocios legales o no tanto los deja sin tiempo para dedicar a improductivos juegos de video. Adelstein tuvo que enseñarles a utilizar el control de la consola, proceso que se hizo difícil porque los yakuza reales de esa edad comparten una característica curiosa: tienen sus dedos meñiques mutilados. Ellos mismos los cortaron después de cometer algún error notable en su carrera dentro de la mafia, una especie de versión moderna del suicidio expiatorio que cometían famosamente sus ancestros samurái.

Adelstein, por su parte, tiene como único defecto su apellido enrevesado. Por lo demás el periodista judío nacido en Norteamérica parece una apuesta segura. Su aparición de 10 minutos en el programa The Daily Show de John Stewart demuestra que puede ser tan risueño como comprometido con su labor periodística, que cada año pone su vida en riesgo más veces de las que una columnista de tecnología podría imaginar.

Pero a pesar de la diferencia en la adrenalina que manejamos en nuestra labor siento que Adelstein y yo haríamos un equipo perfecto. Que, como dicen en su país, seríamos una pareja hecha en el cielo. Aunque estaríamos condenados a las estridentes calles de Tokio.

La vida con Adelstein sería diametralmente opuesta a un juego de video. Estaría llena de esas experiencias inconfundibles que no son resultado de una simulación digital. Un mundo lleno de mafiosos que no saben nada sobre karate y sí mucho de finanzas, y que piensan tres veces antes de iniciar una pela en una calle porque corren un riesgo mucho más real que verse obligados a re-iniciar la partida en caso de que alguien dispare un arma. Adelstein advierte que convertirse en monjes budistas es una de las costumbres de los mafiosos retirados, pero sugiere que la razón principal para ello puede estar más relacionada con la evasión de impuestos que con la convicción sincera de que van a tener una nueva oportunidad de vivir y presumiblemente de matar a menos personas en su siguiente reencarnación.

Yo, que no soy celosa, entendería su vida de prostíbulos y muelles en la noche, y le ayudaría a invertir el dinero de las ventas de sus bestsellers en licor de alta calidad para tratar sus moretones y relajar la paranoia que ha venido como consecuencia de años de investigación y amenazas.

Mi mayor obstáculo para conseguir al hombre más arrojado de Tokio es que ya tiene una familia en Estados Unidos. La buena noticia es que el periodista tiene un trato con los Yamaguchi-gumi, el mayor grupo de la mafia de Japón, que estipula que en caso de querer eliminarlo no van a tocar a su familia, y que actuaría a mi favor si logro convencer a ese Hunter Thompson nipón de que abandone todo para vivir conmigo.

1 Comentario

1 Comentario

  1. Daniel

    26 de septiembre del 2010 at 13:53 pm

    jejeje, que curioso

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